“La violencia geológica, la desnudez del paisaje son sobrecogedoras. Diminutas, rectangulares, las chozas trepan por la pendiente y se encastan en la geografía quebrada del monte, talladas como carbunclos. Alrededor de La Chanca, los alberos se extienden lo mismo que un mar; las ondulaciones rocosas de la paramera descabezan en los estribos de la sierra de Gádor.”
Juan Goytisolo
ENTRE EL PLIEGUE Y EL LOMO
La fascinación que despierta la Hoya de Almería va más allá de su sobrecogedora belleza. Lo que nos afecta es la dramática conciencia de su primitiva existencia. Aferrada a su esencia geológica. ajena a nuestros tiempos, yace sin inmutarse entre los dos cerros, como quien sabe que bien podría haberle tocado hacerlo unos metros más abajo, sumergida en el Mediterráneo, y no por ello dejar de ser, eternamente, Sierra de Gádor.
Almería se ha derramado alrededor del último pliegue de la sierra. Su conformación es el resultado de la negociación entre la Sierra de Gádor, el río Andarax y el Mediterráneo. Estos tres elementos, entrelazados, han marcado el carácter de la ciudad y el de sus ciudadanos a lo largo de la historia. Intervenir en Almería, y en particular en la finca de la Hoya, es entender el lugar en clave de sus referentes originarios. El vacío de la Hoya funciona como una silla de montar o paraboloide hiperbólico, donde el punto central es al mismo tiempo un mínimo (entre los dos cerros) y un máximo (entre la ciudad y la Hoya Nueva).
A pesar de su privilegiada situación, la Hoya ha perdurado como un vacío intratable en el corazón mismo de la ciudad fortificada. A lo largo del tiempo ha perdido su condición estratégica y ha sido relegado a trasera y residuo urbano. Sin embargo, no deja de ser por cuestiones obvias el final natural de la Calle de la Reina y el último cordón de enlace entre los barrios de los cerros opuestos.
CONSCIENCIA DE LA TRANSFORMACIÓN
La aproximación metodológica al tema de la transformación de este lugar refleja necesariamente una actitud cultural relativamente al modo de construir el paisaje y de apropiar un paisaje con sus propias dinámicas. Es básica la toma de conciencia de que nuestras intervenciones corresponden a un lapso de tiempo que incorpora un proceso dinámico en marcha y una porción de espacio cuya lógica relacional engloba un ámbito territorial mucho más amplio que el simple ámbito de intervención del proyecto.
Aquí es notable el principio de que nuestras intervenciones se inscriben, apenas, en un momento histórico exacto, el cual define la condición del momento en el que opera, pero que ese tiempo está incorporado en un tiempo natural, de carácter y actuación infinitamente más amplio.
Al mismo tiempo, también la consciencia absoluta del ancho histórico del lugar, en todas sus expresiones de sólidas estructuras monumentales, de omnipresente carga arqueológica o de profunda raíz simbólica y concreta de una cultura milenaria, permiten situar, con gran clarividencia, la transformación que ahora se perspectiva.
Frente a una apreciación de una realidad hecha de manifestaciones de extraordinaria grandeza, presentamos, como principio fundamental para el desarrollo de la propuesta, la consciencia de que la intervención no debe tratar de medirse ni con las magníficas expresiones de las fuerzas geológicas originales (inquietantemente presentes) ni con el peso de la historia, (esa la trama compleja de tiempos y reescrituras, que inundan todo el lugar).
PRINCIPIOS CONCEPTUALES
El espacio que incorpora la propuesta consiste en un extraordinario ejemplo a lo que llamamos ‘entidad paisajística’, cuerpo que a lo largo del tiempo va asumiendo una secuencia de transformaciones, asumiéndolas y registrándolas, pasando a incorporar las como expresiones de una misma realidad que interminablemente se va reescribiendo; como la piel, cargada de cicatrices, en que cada una de esas marcas cuenta una historia que desvela la esencia más profunda del soporte.
Esas marcas hechas de cambios y añadidos, reconfiguraciones, pequeños gestos topográficos, interminables invenciones sobre el modo de organizar los datos de partida, trabajos morfológicos de innumerables naturalezas, van desvelando las cualidades y las sucesivas condiciones del lugar, son las huellas que cuentan la historia del lugar. El paisaje se construye y es expresión de una marcada artificialidad, es la traducción material de la interpretación que cada actor hace del momento y del paisaje en el cual habita. En este caso concreto de la Hoya, esas señales son de gran nitidez, contienen en sí la justificación del gesto que los ha imprimido, señalan momentos históricos con propósitos y necesidades exactas.
La propuesta de intervención debe tener la misma nitidez de aquellas señales que va a interpretar, debe ser capaz de dejar claros los motivos de la transformación.
La emergencia de la intervención es precisamente resultado de la necesidad, una mas, inscrita en una secuencia histórica de transformación del paisaje, de adecuar un hecho existente a nuevas circunstancias, nuevos deseos y ansias, nuevos abordajes que hacen obsoleta la apropiación anterior y claman por una nueva interpretación, nuevos modos de adaptar el espacio a la realidad de nuestro tiempo.
La intervención propuesta debe hacer hincapié en la conciencia de la inclusión en una secuencia histórica muy larga y compleja, debe asumir los signos del pasado de modo que puedan persistir.
A este marco de referencia, se suma una dinámica estacional propia del ciclo biológico anual, una sucesión de etapas que se repiten y se organizan en un equilibrio inestable. En este contexto, la propuesta proyectual debe ser el organizador de una sucesión de momentos y estados, integrador de un proceso conjunto que determina una dinámica más o menos controlada y ordenada, en la cual se definen rangos óptimos de variación admisible.
Esta dinámica de asumida precariedad remite hacia un otro principio fundamental: del reconocimiento de calidad de la reversibilidad, de cierta forma una actitud rara en nuestro contexto contemporáneo que ha producido un mundo en el cual insistimos en materializar de manera duradera y eterna nuestras convicciones. La propuesta debe incorporar este espíritu de flexibilidad, no definiendo una transformación que opere como impeditiva o comprometedora de futuras adecuaciones, de la expresión material de las necesidades y deseos de esas previsibles interpretaciones.
OPERACIÓN
La postura operativa relativamente a la construcción de una propuesta de transformación de la Hoya de Almería puede explicarse como un ejercicio de profunda y diligente observación, en el intento de identificar las piezas y los momentos relacionados que le dan valor y expresión a su carácter, para perspectivar conscientemente una evolución positiva.
Esta operación consiste, de este modo, en la identificación minuciosa de las preexistencias como punto de partida para su reescritura, para la busca de nuevos sentidos, nuevos significados, nuevas lógicas relacionales que puedan definir un nuevo desempeño funcional, pero, sobretodo, un nuevo sentido al lugar que exprese enfáticamente su esencia paisajística.
Este modo de operar reutilizando y reorganizando los elementos y las relaciones presentes en el lugar debe traducirse, fundamentalmente, en una transformación tranquila, percibida como la evolución ‘natural’ de la situación encontrada – la recuperación de la estructura del terreno y la adaptación de los usos productivos que la justifiquen, la investigación, revelación y extensión reinterpretativa de los elementos construidos primordiales, síntesis magnífica entre la fuerza topográfica y ocupación agrícola histórica, los cambios físicos muy ligeros que permiten un sentido de recorrido y disfrute, muy claro, de todas las piezas patrimoniales.
Por otro lado, también la proposición de un conjunto programático articulado busca la necesaria flexibilidad que proporciona gran libertad en términos de las futuras apropiaciones.
La propuesta busca establecer, completamente, una coherente transición entre ciudad y parque, basada en una riqueza expresiva en usos cívicos y en la continuidad del eje urbano que conecta la ciudad histórica. la creación de un campo arqueológico visitable y un parque agrícola con capacidad evocadora de riqueza del agro almeriense constituyen otros vectores importantes de la propuesta.
La propuesta es enmarcada por padrones de desempeño técnico superior haciendo que las cuestiones de conservación/mantenimiento estén incorporadas en el dibujo desde las etapas preliminares – con la consciencia de que se trata de construir un espacio evolutivo y en que los temas de paisaje, en la acepción más precisa del término, son la base del valor. El nuevo paisaje a definir deberá responder severamente a todos los retos que se colocan y constituir el soporte de informalidad y libertad adecuadas para el desarrollo de un espíritu de contemplación cultural, de interpretación de la esencia del lugar y, también, del repliegue, pero con excepcionales oportunidades de convivencia y reunión.
PARQUE AGRICOLA
La recuperación del sistema hídrico ligado a los aterrazamientos existentes, junto a la nueva plantación es un medio de evocar las dinámicas agrícolas ligadas a la historia de la ciudad y de su territorio circundante, de las cuales quedan abundantes huellas.
Desde la cisterna de llegada del agua del canal de San Indalecio, hasta el tanque inferior los recorridos descendentes del agua, acompañan y pautan el paseo, mientras mantienen el equilibrio biológico de la vegetación.
Plantaciones de moreras, vides y cítricos o palmeras, unidos a cactus propios del clima desértico conforman el carácter vegetal del lugar.
El umbráculo como lugar de estancia y episodio central, ocupa el lugar del antiguo Cortijo del Cura, espacio abierto de socialización y reposo desde donde apreciar el conjunto de la hoya como la alcazaba de fondo y la continuidad del paisaje a través de la muralla.
CAMPO ARQUEOLÓGICO
Contar a través de las plantaciones las características arqueológicas de la base de La Hoya, sirve para desarrollar un parque rico en espacios y experiencias. Así las zonas de respeto de los restos detectados son usados como lugar de paseo, juegos…, disponibles para su estudio y excavación. Un sistema de pasarelas ligeras, convenientemente infraestructuradas dan acceso a diferentes ámbitos, y sirven de apoyo a las excavaciones y permiten la visita. El conjunto va ligado al Centro de Interpretación Arqueológico, el cual aparece como caparazón cobijado en la roca, lugar de acogida, de trabajo y de didáctica.
CAMINO DE LA EEZA
Configurado como recorrido con valor propio dentro de la intervención desde el cual se accede a la base de la hoya, o se aprecia el jardín en terrazas del lado opuesto, sirve de acceso al centro de interpretación de arqueología y culmina en la entrada a la EEZA, posibilitando que sea la futura entrada de visitantes para establecer la continuidad con una futura red de espacios libres que valoricen la fuerza natural que todavía rodea a la ciudad de Almería.
ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN
En una perspectiva de desarrollo estratégico, en concordancia con las circunstancias específicas de implantación del conjunto como unidad, la propuesta se organiza de modo que sea posible su ejecución por fases, dividiendo el ámbito de intervención en tres zonas diferenciadas:
Zona I: Corresponde al Parque Agrícola y la plaza que conecta a este con el casco urbano, a través de la gran plaza que se conforma como la puerta de La Hoya. Incluye así mismo los recorridos peatonales perimetrales al parque, por el lado del edificio polivalente, generando la terraza del restaurante, por otro el camino de conexión con la EEZA (Estación Experimental de Zonas Áridas) a través de la muralla, y finalmente en paralelo a esta en cerrando el circuito con el parque.
Zona II: Corresponde al Campo Arqueológico, situado en la zona central en la base de la Hoya, rodeado por los caminos perimetrales de la Zona I, que irán dando acceso a las distintas pasarelas conforme sea requerido.
Zona III: Corresponde al Edificio Cívico Polivalente, que contiene el centro de Interpretación Arqueológico, un restaurante y diferentes espacios polivalentes de apoyo al parque. También da cobijo a un aparcamiento de 70 plazas que podría llegar a duplicarse dependiendo de las restricciones de excavación. Este cuerpo opaco, íntimamente ligado a la masa rocosa que configura la Hoya tiene como principal objetivo hacer de equilibrada transición entre los diferentes ámbitos que confluyen en él.
Es importante anotar que este cuerpo pétreo aprovecha las extrañas condiciones topográficas existente en la base del dique para introducir una gran cantidad de carga programática sin apenas impacto sobre el terreno, y consiguiendo al mismo tiempo generar un espacio referencial que ayudará a forjar la identidad del nuevo equipamiento.